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Foto del escritorJeisson Murcia

¿Por qué cambié de carrera cuatro veces y por qué no es tan malo como parece?


 

Mi peripecia académica inicia desde la adolescencia. El colegio en el que estudié era de carácter técnico, lo que quiere decir que estudiaba las asignaturas académicas en un horario (la tarde) y las técnicas en la jornada contraria. Estas técnicas estaban (y siguen estándolo hasta la fecha) enlazadas con una de las instituciones colombianas más importantes e influyentes en la formación técnica y tecnológica del país: el SENA.

 

Cuando ingresé a sexto grado, debíamos cursar tres asignaturas técnicas: Diseño Arquitectónico (mi favorita), Electricidad y Electrónica (que aborrecí profundamente), y Mecánica Industrial. Durante dos años cursamos esas materias con el objetivo de que al entrar en el grado octavo (tercero de bachillerato) eligiéramos una. Por cuestiones de la vida, mala información y otros factores, terminé estudiando Mecánica Industrial, aunque yo quería estudiar Diseño Arquitectónico. La cuestión es que el proceso de aprendizaje era muy complejo, a pesar de ser un colegio especializado en esas tres áreas. Tuve muchas deficiencias académicas; por ejemplo, era pésimo en matemáticas, no me sabía ni las tablas de multiplicar, no entendía en absoluto el álgebra básica (de Baldor) ni mucho menos trigonometría o cálculo. De hecho, cuando estaba en décimo (quinto de bachillerato), terminé perdiendo las tres materias que veíamos en mecánica: diseño, taller y teoría. Esto me hizo perder el año escolar y tuve que repetirlo, lo cual me decepcionó y me hizo desear cambiar de carrera técnica, pero ya no era posible. Me resigné a la idea de que nunca sería bueno en esa carrera, y el hecho de ser muy malo en áreas como matemáticas y física aumentó aún más ese tipo de pensamientos, por lo que comencé a desligarme de esos conocimientos que había adquirido. Finalmente, logré graduarme del SENA como Técnico Mecánico en Procesos Metalmecánicos. Nunca ejercí. Alguna vez intenté trabajar en esa área, pero no me contrataban, así que desistí de ello.




 

Desde entonces estuve en esa horrible incertidumbre sobre qué estudiar. Por un tiempo pensé en Ingeniería Mecatrónica, e incluso consideré estudiar el tecnólogo en el SENA, pero nuevamente, tenía muchas deficiencias en matemáticas, y al ver el plan de estudios, supe de inmediato que me costaría con las matemáticas, así que empecé a buscar otro tipo de opciones. Durante un tiempo pensé en Ingeniería Agrónoma, porque estaba en una fase ambientalista y demás; de hecho, parecía seguro que la iba a estudiar, tanto que empezó a surgir el chiste en el colegio: cuando pasaban preguntando si ya habíamos decidido alguna profesión, la mayoría dudaba, y cuando fue mi turno, dije con toda la seguridad del mundo “Ingeniería Agrónoma”. La mayoría de mis compañeros se echaron a reír porque no sabían que eso existía, y yo les salí con algo muy raro. Desde entonces, empezaron a decir: “No sé qué estudiar, me va a tocar ser agrónomo”.

 

El caso fue que no lo estudié, nuevamente por deficiencias académicas. Al ver el plan de estudios, entendí de inmediato que no daría la talla por los precarios conocimientos que había adquirido en química. También incluía matemáticas y física, así que renuncié a la idea.

 

Así fue pasando el tiempo, tuve varias opciones en mente: psicología, veterinaria, literatura, historia, periodismo, escritura creativa, y un largo etcétera.

 

Al final, empecé a pensar con un poco más de detenimiento. Me pregunté cuáles eran realmente mis habilidades para potenciarlas. Una de las más preponderantes siempre fue que comprendía con relativa facilidad el idioma inglés, y era bueno en español, al redactar, escribir y cosas de ese tipo. Entonces, comencé a definir en qué áreas académicas eran necesarias esas habilidades. Y como mis padres no iban a solventar mis estudios, opté por revisar las diferentes opciones en el SENA, donde la educación es gratuita. Me postulé en Negocios Internacionales. Allí, saber un idioma adicional era obligatorio y además terminaría aprendiendo un poco sobre negocios, relaciones internacionales y comercio exterior. Me aceptaron en ese tecnólogo, que duraba 18 meses, con casi ningún descanso o periodo de vacaciones; era más que todo seguido.

 

Debido al agotamiento, empecé a preguntarme si realmente quería desempeñarme en esa carrera gran parte de mi vida, y no fue hasta que empezamos a ver el tema de cubicaje que dije: “Esto no es para mí, no me veo haciendo cubicaje a un camión para ganarme un sueldo”. Así que, estando a punto de terminar (unos 7 meses), decidí renunciar, en parte por el bajo sueldo que recibiría de las prácticas, y también por otros motivos. Algunos me criticaron por esa decisión, pero yo encontré un poco de paz. Paradójicamente, después de retirarme de esa carrera, me contrataron en una empresa como Coordinador Logístico Bilingüe, donde sigo trabajando a la fecha de escribir este artículo, aunque ahora con el título de Coordinador de Operaciones Financieras. Curiosamente, algunos que terminan el tecnólogo no suelen encontrar trabajo fácilmente en su área después de las prácticas, el 68% de los egresados logra insertarse en el mercado laboralmente, para datos del 2017. [1] Y para fechas más recientes, esto a disminuido, en dondela tasa de vinculamiento estuvo en 57.8% y la tasa de empleabilidad en un 54.5% [2].

 

Sin embargo, en el lapso previo a entrar a trabajar como Coordinador Logístico Bilingüe, opté por estudiar Ingeniería Informática, con todo el auge de la programación y la demanda que había en esa área. Estudié un semestre. Me asusté al ver matemáticas, pero estuve intentando mejorar mis habilidades, así que compré los tres libros de Baldor: álgebra, aritmética, geometría y trigonometría. Empecé a practicar y a mejorar en esta área. Luego compré el libro de Matemáticas Simplificadas de Conamat, y lo poco que empecé a estudiar me ayudó a hacer frente a las matemáticas. Pasé con 100 de 100 el primer curso complejo, enredado y difícil: matemáticas discretas. Pero, una vez comencé a ver física, el entusiasmo se apagó y dejé de entender todos esos garabatos que nos mostraban en el tablero. Así que volví a renunciar a otra carrera. Me dije: “Voy a mejorar definitivamente las habilidades que ya tengo, las matemáticas no son lo mío”.


Así que comencé a estudiar la Licenciatura en Lenguas Extranjeras con énfasis en inglés. Fue muy interesante y llegué hasta el cuarto semestre. La educación en esa universidad desmejoró enormemente, y aunque era muy fácil pasar las materias y los semestres, -los pasé con notas superiores-, sentía que no me estaban enseñando nada profundo o con rigor. Entonces, empecé a buscar otras universidades para estudiar, pero siguiendo la misma línea. Así que opté por Traducción e Interpretación y me apunté a ella, esperando ser admitido. Mientras tanto, empecé a estudiar ciencias de datos en Platzi, porque me había quedado con las ganas de saber de tecnología, y más ahora con el auge de la Inteligencia Artificial, lo veo como algo necesario profesionalmente. Y gracias a esta plataforma de aprendizaje tecnológico, he mejorado mis habilidades; puedes ver en mi perfil de LinkedIn algunas de las certificaciones que he obtenido en Platzi y en otras instituciones académicas.


Conclusiones


Cambiar de carrera varias veces puede parecer un camino lleno de dudas y dificultades, pero también es un proceso que permite conocerse mejor a uno mismo. A través de cada cambio, descubrí cuáles eran mis fortalezas y debilidades, permitiéndome encontrar el camino correcto para mi desarrollo personal y profesional. Mejoré en cuanto a mi adaptabilidad, adquirí muchas habildades valiosas, como un pensamiento crítico, calculador, sistematizado, también entendí cómo se mueve el mundo laboral, el mercado, y aún estoy en proceso de entender el networking. Mejoré en mis habilidades comunicativas, toda le experiencia que he obtenido hasta ahora me ha ayudado a sostenerme por mi cuenta, independizarme a los 20 años. Definitivamente cada cambió contribuyó a mi crecimiento.

 

Cambiar de carrera no es tan malo como parece porque te da la oportunidad de explorar diferentes áreas de interés, aprender nuevas habilidades y adquirir diversas experiencias que puedes mezclar en la carrera por la que finalmente te decantes, eso te dará un mayor posicionamiento profesional.

 

En última instancia, cambiar de carrera profesional puede ayudarte a encontrar tu verdadera vocación y pasión, permitiéndote desarrollarte en un campo que te motive y te desafíe. Aceptar los cambios y aprender de ellos te da la posibilidad de redirigir tu vida hacia un camino más satisfactorio y acorde a tus intereses. Así que, si te encuentras dudando sobre tu elección actual, no temas a cambiar de dirección. Es mejor invertir tiempo en encontrar la carrera adecuada que quedarse atrapado en una que no te satisface.

 

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Referencias


[1] (2017). Cada vez más egresados del SENA encuentran un trabajo. Retrieved May 3, 2024, from Sena.edu.co website: https://agenciapublicadeempleo.sena.edu.co/Paginas/CadaVezM%C3%A1sEgresadosDelSENAEncuentranUnTrabajoDignoYFormal.aspx


[2] Estrada, C.E. et al. (2021) ‘Reporte de datos de la formación integral para el trabajo, 2021’. Instituto Federal de Formación Profesional.


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