Hace poco, adquirí en la FilBo 2024 en Bogotá un libro que resonó profundamente con mi experiencia docente: La lingüística: una reflexión en torno al proceso de aprendizaje para docentes, escrito por Sandra Liliana Rojas Molina. Esta lectura me llevó a replantear mis prácticas como profesor particular de inglés, un rol que he desempeñado durante más de cinco años.
Mi trayectoria comenzó de manera autodidacta, enseñando a familiares y amigos. Con el tiempo, más personas se interesaron en aprender el idioma, lo que me llevó a trabajar en una academia de idiomas centroamericana durante la pandemia. Fue una experiencia tan interesante como desafiante, que me impulsó a perfeccionar mi inglés mediante cursos de pedagogía y de dominio del idioma. En 2023, logré certificar mi nivel de proficiencia en inglés con un nivel C1, uno de los mayores retos que he superado.
A día de hoy, sigo aprendiendo porque ser docente exige una mejora continua. Es un trabajo complejo y, muchas veces, poco valorado, tanto en términos de reconocimiento como de remuneración. Sin embargo, el mayor desafío en la educación sigue siendo la escasa evolución de las metodologías y prácticas docentes a lo largo de los años. Precisamente, el libro de Sandra Liliana me hizo cuestionar cuánta libertad realmente tenemos como docentes para aplicar las teorías y prácticas que aprendemos en la universidad.
El libro aborda, en su primer capítulo, el rol de la universidad y del currículum, y cómo ambos parecen haberse estancado. Sandra Liliana subraya la necesidad de actualizar el enfoque educativo, centrándose más en el aprendizaje y menos en los procesos de enseñanza-aprendizaje, que dominan los cursos de pedagogía.
Este enfoque me llevó a reflexionar sobre mi experiencia enseñando en una academia en Centroamérica. Allí, se aplicaba una metodología centrada en la repetición sin instrucción, emulando el aprendizaje del idioma materno. Sin embargo, esta metodología restringía al profesor, detallando exhaustivamente qué decir y cómo actuar en clase, incluso patentando la distribución del tablero. Esto me recordó lo poco que se respeta la libertad de cátedra en muchas instituciones, un factor que afecta tanto al docente como al alumnado.
En esa academia, el aprendizaje del inglés se centraba en las estructuras gramaticales. Aunque algunas academias publicitan métodos donde la gramática es innecesaria, en la práctica, esta sigue siendo el núcleo de sus clases. Además, prevalece la idea de que el inglés debe enseñarse exclusivamente en inglés, sin recurrir al idioma materno. Incluso se valora más a los profesores nativos, bajo la premisa de que pueden garantizar un aprendizaje más efectivo. Pero, ¿es realmente así?
El libro de Sandra Liliana me llevó a replantearme estas creencias. Ella argumenta que el enfoque debe estar únicamente en el aprendizaje, y no en los procesos de enseñanza-aprendizaje, algo que, al principio, me resultó confuso. Sin embargo, sus ejemplos ilustran cómo estos enfoques difieren: en lugar de ejercicios repetitivos, propone actividades interactivas que involucren al estudiante de manera práctica y significativa.
Por ejemplo, en vez de explicar reglas gramaticales en la pizarra, los estudiantes podrían trabajar en proyectos que demuestren estas reglas en contextos reales, como la creación de un folleto turístico. En comprensión lectora, en lugar de responder preguntas, los estudiantes podrían participar en debates grupales o desarrollar proyectos creativos relacionados con la lectura. Este enfoque activo promueve un aprendizaje más profundo y relevante.
Todo esto me llevó a revisar mis métodos de enseñanza. Antes, mis clases eran estructuradas y poco participativas, centradas en la gramática o en la exclusión total de esta. Ahora, he adoptado un enfoque contrastivo, integrando el español y el inglés como herramientas complementarias. Sandra Liliana sugiere que el uso del español en la instrucción teórica y del inglés en las interacciones podría facilitar la comprensión y reducir la frustración de los estudiantes, algo que he comprobado en mi práctica.
Desde que empecé a aplicar esta metodología, la respuesta de mis estudiantes ha sido muy positiva. Se sienten más motivados, solicitan más clases y agradecen la innovación en el proceso de enseñanza. Este cambio ha transformado mi enfoque como docente, demostrando que la combinación de metodologías y la flexibilidad en el uso del idioma pueden resultar en un aprendizaje más efectivo y satisfactorio.
En conclusión, La lingüística: una reflexión en torno al proceso de aprendizaje para docentes me ha proporcionado conceptos clave que todo docente de idiomas debería considerar. Primero, es fundamental centrar el enfoque en el aprendizaje, no en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Segundo, un enfoque constructivista, que empodere al estudiante y fomente un aprendizaje activo, es esencial. Tercero, el conocimiento experiencial debe integrarse en la educación, conectando el aprendizaje con la realidad diaria de los estudiantes. Cuarto, los códigos de instrucción en entornos bilingües no deben estar en conflicto; español e inglés pueden y deben complementarse. Finalmente, los aprendizajes basados en problemas son una herramienta poderosa que puede transformar el currículo universitario.
Este libro ha sido una lectura reveladora, y si eres docente de idiomas, te lo recomiendo encarecidamente. La educación, como el conocimiento, no es estática; debe evolucionar constantemente para responder a las necesidades de nuestros estudiantes y del mundo en el que vivimos.
Lecturas recomendadas
Algunas lecturas que te recomiendo luego de leer el libro: La linguistica, una reflexión en torno al proceso de aprendizaje para docentes son:
The origin of Speech (1960) Charles Hocket.
EL lenguaje (2004) George Yules.
Semiótica y linguistica (2019) Víctor Miguel Niño Rojas (7ma edición).
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